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"Lo primero que el cuentista le pide a su lector es atención; el novelista, paciencia."

miércoles, 11 de agosto de 2010

El honor del esbirro

"Luis Aquino pintando en Villa María, Córdoba, 1944"
Óleo sobre tela sobre cartón de José María Fojo, cm. 50,8 x 40,6 - Año 2014



En primavera, un criado desconocido abordó a mi padre en una calle de Benevento, y le rogó que lo acompañase a las puertas de la ciudad. Allí los esperaban cuatro hombres montados y un caballero de mediana edad, quien dijo a mi padre:

...—Señor Zoto, he aquí esta bolsa de cincuenta cequíes para vos. Os ruego que me escoltéis a mi castillo, que está cerca, pero antes dejéis que mis criados os venden los ojos.
...Mi padre dio su consentimiento, y después de un largo camino y muchas vueltas, llegaron al castillo donde vivía el maduro señor. Una vez dentro retiraron la venda de sus ojos, y mi padre pudo ver a una dama atada a un sillón, con la cara cubierta y amordazada. Entonces el castellano se dirigió de nuevo a mi padre:
...—Señor Zoto, aquí tenéis otra bolsa con cien cequíes más. Os ruego que tengáis la bondad de apuñalar a mi esposa.
...—Señor –respondió mi padre–, me ofendéis. Yo acecho a las gentes a la vuelta de una esquina o las ataco en la espesura de un bosque, pero el de verdugo no es mi oficio.
...Dicho esto, mi padre arrojó las dos bolsas a los pies del vengativo esposo, quien, sin insistir más, ordenó que se le vendara de nuevo los ojos y se le condujera de regreso a la ciudad. Esta acción noble y generosa honró mucho a mi padre, pero pronto realizó otra que mereció aun más elogios. En Benevento había dos hombres principales, el conde de Montalto y el marqués de Serra. El de Montalto mandó llamar a mi padre y le aseguró quinientos cequíes por matar al de Serra. Mi padre aceptó la oferta, pero no sin solicitar al conde que le concediera cierto tiempo, pues sabía que el marqués se hallaba bien guardado por sus hombres. Dos días más tarde, el marqués de Serra hizo llamar a mi padre a un lugar discreto, y le dijo:
...—Zoto, aquí tenéis una talega con quinientos cequíes. Podéis quedaros con ella, pero debéis darme vuestra palabra de honor de que mataréis a Montalto.
...Mi padre tomó la bolsa y le dijo:
...—Señor marqués, tenéis mi palabra de honor de que mataré a Montalto, pero debo confesaros que le he dado a él también mi palabra de honor de mataros a vos.
...—Confío en que no haréis tal cosa –exclamó el marqués, riendo.
...—Perdón, señor marqués –respondió mi padre con la mayor seriedad–, lo he prometido y lo haré.
...El marqués dio un salto atrás y desenvainó su espada. Pero mi padre ya tenía su pistola en la mano y le disparó a la cabeza, matándolo. Después de lo cual se encaminó a la casa de Montalto y le anunció que su enemigo ya estaba muerto. El conde lo abrazó y le entregó los quinientos cequíes prometidos. Mi padre le comunicó, con ciero embarazo, que el marqués también le había entregado quinientos cequíes antes de perecer, para que lo asesinara a él. El conde dijo entonces que se felicitaba de haberse anticipado a su enemigo.
...—Señor conde –le advirtió mi padre–, el adelantamiento no os valdrá de nada, porque di mi palabra de honor al marqués de que lo haría.
...Y diciendo esto, lo apuñaló. El conde, al caer, lanzó un grito que atrajo a los criados. Pero mi padre se libró de ellos a puñaladas y huyó a las montañas, donde se reunió con los secuaces de Monaldi, los que elogiaron unánimemente una fidelidad tan estricta a la sagrada palabra de honor. Puedo aseguraros que esta característica de mi padre está todavía en boca de todo el mundo y que durante mucho tiempo se la encomiará en Benevento.
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Jan Potocki, “Manuscrit trouvé à Saragosse” (1804 – 1813)
Traducción de J. M. F.
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Tal vez el conde Potocki escribió este fragmento de Manuscrito encontrado en Zaragoza para ilustrar su convicción de que las virtudes deben fundarse en bases más sólidas que el honor.
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