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"Lo primero que el cuentista le pide a su lector es atención; el novelista, paciencia."

martes, 17 de junio de 2008

Los desaforados aforismos de Lichtenberg

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"Deutschland"
Óleo sobre chapadur de José María Fojo, cm. 23,8 x 34,3 - Año 1995
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Los desaforados aforismos de Lichtenberg
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Georg Christoph Lichtenberg (Alemania, 1742 – 1799) fue un físico, matemático y profesor en la universidad de Göttingen, célebre por las figuras eléctricas arborescentes que estudió (sin saber que estaba prefigurando el conocimento de los fractales dos siglos antes de la creación de la Teoría del Caos) y por los aforismos que escribió sin método ni orden en cuadernos sueltos a lo largo de su vida. Su influencia se extendió a Humboldt, Volta, Scarpa, Coleridge, Kant, Goethe, Schopenhauer, Wagner, Nietzsche, Tolstoi, Kierkegaard, Wittgenstein, Thomas Mann, Freud, Auden, Musil, Breton, Canetti y Cortázar... entre otros. Pero además parecía tener un raro don de profetizar, como lo demuestran los siguientes aforismos después de más de doscientos años de escritos:

«Los pillos serían más peligrosos o, más aun, surgiría una nueva especie de pillos peligrosos, si un día de estos alguien se pusiera a estudiar el derecho de robar, tal como se estudia para proteger a la gente honrada. Así, los pillos contribuirían a la pefección de las leyes, estudiándolas con el único objeto de escapar de ellas.»

«Hay gente que, además de exaltada, es incapaz. Esta es la gente realmente peligrosa.»

«Sería bueno saber en provecho de quién, en realidad, se han realizado todas las acciones que se proclamó haber hecho “por la Patria.”»

«Herder dice bellamente: “Se puede dictaminar, como principio histórico, que ningún pueblo que se niegue a ser oprimido es oprimido.”»

«¿Qué pasaría si un día llegara del cielo la noticia de que Dios nos envía una comisión de ángeles dotados de plenos poderes para viajar por Europa, como los jueces por Inglaterra, para acabar con esos procesos que ningún juez del mundo resuelve nunca, sino de acuerdo con el derecho del más fuerte? ¿A dónde irían a parar entonces ciertos reyes y ciertos ministros? Más de uno pediría licencia para asistir a la caza de la ballena, o respirar el aire puro del Cabo de Hornos, con tal de no quedarse en su puesto.»

«Para ilustrar a la nación es absolutamente necesario ventilarla. Pues los hombres son como los trajes viejos. Hay que dejar que el viento sople sobre ellos. Cada uno puede imaginarse las cosas como quiera: yo imagino a cada Estado como un armario con ropa y a sus habitantes como los trajes que contienen. Los potentados son los señores que usan los trajes, los cepillan de vez en cuando, les sacan el polvo y, cuando los gastaron, queman los galones y arrojan lejos los andrajos restantes. Pero les falta ventilación.»

Notas:
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I. Cualquier aplicación de estos aforismos dieciochescos a la Argentina de hoy corre por cuenta exclusiva de quien la haga.
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II. Los aforismos de Lichtenberg (y cualquier aforismo) inducen en la siguiente reflexión: ¿Cómo escribir aforismos que, con el tiempo, no se transformen en lugares comunes? ¿Cómo blindar la observación más original y penetrante, escrita de modo ingenioso, de su remoto destino de perogrullada? No estoy hablando de perlas como "Sobre lo que no se puede hablar, se debe callar" de Wittgenstein, o "El arte siempre será el arte" de Goethe, que son irredimibles. ¡Ah, mis amigos: el genio no basta!

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J. M. F., 2008.
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